
Estuvimos hablando en el post anterior sobre las excusas, la primera categoría de vacas que menciona el Dr. Camilo Cruz en su libro “La Vaca”. Este artículo también se inspira en el mismo libro.
¿Hasta qué punto son reales las actitudes limitantes para quien las experimenta?
Para quien las ve desde fuera pueden parecer absurdas, irracionales y alejadas de la realidad, pero para quienes las viven son muy reales. Hablemos por ejemplo de los miedos, de las fobias. Quien tiene miedo a hablar en público, por ejemplo, experimenta un terror que le paraliza, igual al que sufriría si estuviera en peligro de muerte, por absurdo que a los demás nos pudiera parecer. Llega a ser tan intenso que en su lista de temores está a la altura al miedo a la muerte. Si, por cualquier motivo, se ven obligados a hablar en público su corazón se acelera, sudan y pueden incluso perder el conocimiento. Por eso es vital que no restemos importancia a las actitudes limitantes, porque quien las sufre las vive intensamente. Y la única forma de superarlas es con valor, actuando a pesar del miedo, ya que la acción es la única cura. El miedo es una de las peores vacas que hay. Otro tipo de actitud limitante serían las justificaciones, la forma que tenemos de explicar a otros y a nosotros mismos de una situación, ya sea para decir que una situación no es tan mala como parece, o que es terrible, según se trate.
Al igual que con las otras vacas, el mayor problema es que, a medida que utilizamos las justificaciones, llegamos a creérnoslas (“en realidad no es tan malo, sólo tiene que mejorar un poco su carácter, tendré cuidado en no hacerlo enfadar la próxima vez”; “también hay momentos buenos en mi trabajo, no te creas, y hoy en día no es fácil cambiar de trabajo”). ¿Quién no ha escuchado frases así, o se las ha dicho a sí mismo, hablando de familiares que nos maltratan o de trabajos que odiamos?
Muchas personas dedican mucho tiempo justificando y explicando por qué deben continuar en una situación en la que no quieren estar. Prefieren fabricar argumentos elaborados para explicar por qué aguantan en un trabajo que odian antes que dedicar su tiempo y energía para buscar otro. Y tanto tiempo le dedican a esto que terminan por convencerse a sí mismas y perpetúan una situación que no les agrada.
La meta de nuestra vida no debería ser aprender a soportar aquello que odiamos, sino descubrir qué es lo que amamos hacer. Es demasiado corta para derrocharla haciendo cosas que odiamos.
En ocasiones, las actitudes limitantes toman forma de falsas creencias sobre nuestras habilidades, las de otras personas o el mundo que nos rodea, creencias que no nos permiten utilizar nuestro potencial al máximo.
Sería el caso, por ejemplo, de aquellas personas que no se atreven a hacer algo por miedo al fracaso, o por un miedo inespecífico. Por ejemplo, conocí a una mujer estupenda, universitaria, madre y profesional que tenía miedo a viajar sola con su hijo a otra ciudad europea, ya que su marido no quería acompañarlos. Finalmente lo hizo y fue para ella un verdadero ejercicio de empoderamiento. ¿A qué tenía miedo? Pues a no ser capaz de afrontar algún percance que surgiera, aunque no sabía explicar cuál podría ser ese terrible percance.
Este sería un ejemplo fantástico de lo que puede suceder cuando matamos a nuestra vaca de las falsas creencias sobre nuestras capacidades.
Como hemos visto, las vacas pueden adoptar muchísimas formas, y no siempre es fácil identificarlas. A ninguno nos gusta reconocer que cargamos con vacas, preferimos decir que el destino, o la mala suerte, nos ha puesto sobre los hombros cargas que no podemos evitar.
Cualquier creencia o idea que te debilite, que te impida avanzar, que te sirva de excusa para evitar algo que debes hacer, es sospechosa de ser una vaca. O como mínimo, una ternera que puede seguir creciendo si no haces nada para evitarlo.
¿OPTIMISMO o PESIMISMO?
¿Eres pesimista u optimista? El pesimista ve el mundo como un lugar deprimente, negativo y lleno de cosas malas que le acechan. Por el contrario, el optimista ve el mundo como un lugar lleno de color y oportunidades. Sin embargo, los dos están compartiendo el mismo universo, aunque lo ven de forma distinta y terminan obteniendo resultados opuestos.
¿Cómo justifican los pesimistas su actitud? Si te fijas, si le dices a alguien que es optimista, rápidamente te dirá que sí, que lo es. Pero si le dices a alguien pesimista que lo es, intentará justificarse diciendo que “es realista”, es sólo “un optimista bien informado”.
Los pesimistas enfocan su mirada en las cosas malas que ocurren a su alrededor, ven los problemas y no se enfocan en las soluciones. Y no se nace pesimista, los niños son optimistas por naturaleza, es una actitud aprendida que, como se afirma en la Programación Neuro Caligráfica, puede desaprenderse y trabajarse de distintas formas.
El pesimismo no sólo es una vaca, sino una de las más pesadas con las que puedes cargar. Si aceptas internamente que el mundo es un lugar horrible, lleno de peligros y problemas sin solución, esto va a ser un lastre para todo lo que hagas en la vida, tanto en el ámbito profesional como en el privado. Los pensamientos negativos no sólo te atan a la mediocridad sino que generan fuerzas y sentimientos nocivos que no sólo te perjudican mentalmente, sino que pueden tener un reflejo perjudicial en la salud, como úlceras de estómago, males cardíacos, hipertensión, migrañas, debilitamiento del sistema inmunitario…en otros post podremos ver estudios donde se demostró científicamente, mediante la Escritura Terapéutica, que el sistema inmunitario mejora y las visitas a los centros de salud disminuyen mientras se utiliza esta herramienta. Es de sobras conocido por todos que las personas que más se quejan por todo son las que suelen enfermar con mayor frecuencia.
En un estudio realizado por la Universidad de Harvard se demostró que aquellos que a los veinticinco años ya tenían una actitud pesimista sufrían mayor número de enfermedades serias a los cuarenta o cincuenta años de edad.
Así que vemos que estas vacas que cargamos no sólo nos afectan la actitud, sino que pueden robarnos tiempo y calidad de vida.
La buena noticia es que cada uno de nosotros podemos tomar la decisión de cambiar y cambiar esta actitud, reprogramando nuestra mente para el éxito. Y la PNC ha demostrado, incluso con una tesis doctoral, que es una herramienta fantástica de crecimiento personal. Lo iremos viendo poco a poco, te espero en los próximos post de Manuscrita-mente.
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