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De excusas, miedos y vacas

Estoy leyendo estos días un libro que me recomendaron mis compañeros de Máster el año pasado y estaba en mi lista. De los primeros capítulos he extraído la idea de este post porque me ha parecido muy práctico y relacionado con el motivo principal de esta página web: la capacidad que todos tenemos de cambiar y las excusas que solemos usar para no hacerlo.

El libro en cuestión se llama “La Vaca” y su autor es el  Dr. Camilo Cruz. En él se explica un pequeño cuento acerca de una familia muy pobre que no progresa, ya que tienen una vaca que les proporciona lo imprescindible para subsistir, de forma muy mísera, pero sobreviven. Y es cuando esta vaca desaparece cuando ponen toda su energía e imaginación en prosperar.

Si quieres leer el cuento entero, aquí hay otra versión resumida y muy similar a la del libro:

https://psicologia-estrategica.com/la-vaca/

Pues sí, ciertamente todos tenemos nuestras “vacas” y matar a estas “vacas” puede suponer un despegue para muchos aspectos de nuestra vida. Ahora bien, para seguir donde estamos, el ser humano ha creado las excusas.

Pocos de nosotros admitiremos que utilizamos excusas, ya que la mayoría de veces no somos conscientes de ellas. Por ejemplo, para alguien que llega siempre tarde, sus justificaciones son “el tráfico”, “los niños que no obedecen”, “el tiempo”, “anoche dormí muy mal”…los pretextos los transformamos, primero en nuestra propia mente en “explicaciones lógicas” a lo que nos pasa. Y con los miedos hacemos exactamente lo mismo: no son miedos, son “precauciones”, es “racionalmente realista”, y otras similares.

Nos negamos a avanzar, nos quedamos en segundo o tercer lugar para no arriesgar, para evitar fracasar. Lo vestimos en nuestra mente con que somos precavidos, prudentes, sensatos, aceptamos niveles de rendimiento más reales…es decir, nuestras justificaciones las hemos convertido en argumentos que nos parecen racionales y no simplemente excusas.

Es aquí cuando el autor nos dice que “no todas las vacas mugen como vacas”. Nos cuesta identificarlas porque están disfrazadas de formas que las hacen menos reconocibles. Muchos de nosotros no estamos dispuestos a deshacernos de nuestras vacas. Preferimos buscar otras formas de llamarlas y dedicamos mucho tiempo en nuestra mente en justificarlas, disfrazarlas, vestirlas…hasta que no parecen vacas. Esto las hace aún más peligrosas.

Pero, si queremos triunfar, es absolutamente necesario desnudar a nuestras vacas y matarlas. Si, así de brusco, tal y como suena. En el cuento de la vaca, ésta simboliza todos los pretextos, justificaciones, racionalizaciones, miedos o falsas creencias que nos mantienen en un estado de mediocridad y nos impiden conseguir la vida que nos merecemos. En general, podemos dividir nuestras vacas en dos grupos:

  1. Vacas excusas.
  2. Vacas actitudes limitantes.

Hoy hablaremos de las excusas y en una próxima entrada de las actitudes limitantes.

Por regla general, las excusas son sencillamente escapatorias que usamos cuando queremos explicar la desidia y la falta de acción. Generalmente son poco creíbles, no nos las creemos ni nosotros. “No tengo tiempo para que nos veamos” cuando en realidad, tampoco tenemos ningún interés en ver a nuestro amigo. Pero como no tenemos el valor de ser honestos, inventamos una excusa y tomamos el camino más fácil.

Así que podemos decir que dar una excusa significa el ser deshonesto como mínimo con nosotros mismos y con alguien más. Sin embargo está mucho mejor visto socialmente utilizar una excusa que decir la verdad. Pero ¿qué coste personal pagamos cuando usamos una excusa? En nuestro interior sabemos que no somos los suficientemente valientes e íntegros como para asumir las consecuencias de decir la verdad. Las excusas son muy comunes en todos los ámbitos, desde la escuela “he suspendido porque el profesor me tiene manía” hasta la vida adulta. Simplemente, con la edad aprendemos a hacerlas más creíbles para otros. Nosotros siempre sabremos, aunque no sea de forma consciente, lo que son.

Hemos de tener en cuenta que es natural tratar de evitar las situaciones desagradables, pero evadirlas con excusas no nos permite enfrentar y corregir los problemas de raíz que los han originado. Además, cuando utilizamos las excusas para convertirnos en víctimas y buscamos un culpable, no haremos nada para corregir la situación.

Hay tres verdades incuestionables sobre las excusas:

  1. Si quieres, puedes encontrar una disculpa para justificar cualquier cosa. Cualquiera. Como aquellos fumadores que dicen que es peor el aire contaminado de la ciudad, o el estrés de dejar de fumar que el tabaco. Algunas personas están dispuestas a emplear el doble de tiempo en buscar excusas que en emprender una acción.
  2. Una vez empieces a utilizarlas, siempre encontrarás aliados. No importa lo absurda que sea la excusa, siempre vas a encontrar quien te dé la razón y te apoye.
  3. Una vez utilices una excusa, notarás que nada cambia. Habrás evitado enfrentar un problema, pero éste permanecerá ahí. Es más, probablemente habrás retrocedido en su solución.

Cada vez que, por ejemplo, dices “no tengo tiempo”, intentando justificar el no hacer algo que sabes que tienes que hacer, pierdes un poco más el control sobre tu tiempo. Empiezas a vivir de forma reactiva, de urgencia en urgencia, y sin tiempo para planificar y hacer lo que realmente es importante. Con cada uso que des a esta justificación, la estás validando y reforzando, y cada vez te costará más cuestionarla como verdad absoluta. Hasta que mates a esta vaca.

Olvídate de las excusas: tus amigos no las necesitan y tus enemigos no las creerán.

Históricamente un gran número de excusas terminan por convertirse en “sabiduría popular”, ya que se han utilizado persistentemente como si fueran fórmulas infalibles. Por ejemplo:

            “Perro viejo no aprende trucos nuevos”. ¿En serio? ¿Hay una edad en la que somos ya incapaces de aprender cosas nuevas? Pues no lo creo, últimamente he leído varias noticias de personas de edad muy avanzada que han terminado una carrera universitaria o han presentado una tesis doctoral. Nunca es tarde para aprender. Pero frases o refranes como éste nos hacen sentir impotentes y conformistas.

¿Estamos hablando de sabiduría popular o vacas compartidas por un número importante de personas a lo largo del tiempo?

A continuación podemos ver algunas “vacas” más que el autor del libro nos expone para que reflexionemos sobre ellas:

 •  Es mejor malo conocido que bueno por conocer.

•  Unos nacen con buena estrella y otros nacimos estrellados.

•  Lo importante no es ganar o perder sino haber tomado parte en el juego.

•  Ojos que no ven, corazón que no siente.

•  Más vale poco que nada.

•  En boca cerrada no entran moscas.

Podemos hablar extensamente de éstos y otros refranes populares y veremos que detrás de cada uno de ellos hay miedo al progreso, miedo a avanzar, conformismo, parálisis…es mejor permanecer en un trabajo que odiamos o con una pareja a la que no amamos porque es mejor malo conocido que bueno por conocer. ¿De verdad?

¿Y qué me dices del refrán: “ojos que no ven, corazón que no siente”?

No te imaginas cuántas personas prefieren no hacerse un análisis de sangre o ir al médico por miedo a que “les encuentren algo”.

Así que antes de hablar de “sabiduría popular” reflexiona si no estás perpetuando “vacas” que no aportan nada bueno a tu vida. Recuerda que, de todas formas: mal de muchos, consuelo de tontos.

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