Durante los siglos XVII y XVIII en Europa, nació, al mismo tiempo que los ideales de igualdad, la necesidad de probar científicamente que la mujer era inferior al hombre. De esta forma lo explica la historiadora Londa Schiebinger, en The Mind Has No Sex: “A las mujeres no se les consideraba simplemente inferiores a los hombres, sino fundamentalmente diferentes a ellos y, por lo tanto, no se les podía comparar”.
Desde entonces han surgido estudios de todo tipo intentando que la ciencia explique el estado del género, queriendo dividir a los seres humanos en dos categorías “naturales” distintas con un fundamento biológico. La versión actual de esta idea continúa, y aún hay quien justifica las diferencias de habilidades y comportamientos queriendo mostrar biológicamente que los cerebros de hombres y mujeres son distintos (recordad libros tan populares como “Los hombres son de Marte, las mujeres son de Venus” en la década de los 90).
Algunos estudios sobre el autismo también han querido explicar que hay un tipo de cerebro “masculino” distinto al cerebro “empático” de las niñas. También hay estudios que hablan de diferencias de sexo en la estructura cerebral, sobre todo en lo que tiene que ver en la red de conexiones entre diferentes regiones del cerebro.
Sin embargo, cuando se han hecho análisis a gran escala de escaneos cerebrales, estas diferencias no se ven tan claramente en los cerebros por separado. Es decir, los seres humanos NO TENEMOS CEREBROS CON CARACTERÍSTICAS MAYOR O EXCLUSIVAMENTE FEMENINAS O MASCULINAS. Lo más habitual es que los cerebros, tanto los de mujeres como los de hombres, tengan un mosaico de características de los dos tipos.
Para explicarlo con un ejemplo sencillo: imaginad dos puzles iguales, con muchas piezas idénticas que encajan entre sí, pero uno es de color azul y otro rosa. Pues cada uno de nosotros tendríamos X piezas de un color y el resto de otro. Cada uno con una combinación única.
En un estudio en el que se analizaron variables psicológicas de 4860 adolescentes se encontró que ninguno de ellos tuvo puntuaciones sólo femeninas o sólo masculinas. Lo más normal (en el 70% de los casos para ser exacto) fue una mezcla de características de ambos sexos.
Además de esto, en octubre de 2018 se hizo un análisis en laboratorio de más de 2.100 cerebros humanos mediante el uso de algoritmos que agrupan cerebros matemáticamente parecidos en conjuntos o tipos, y se demostró que no había grandes diferencias entre ellos, fueran “de hombre” o “de mujer”.
La idea, pues, de cerebros fundamentalmente masculinos o femeninos es una idea errónea. Los cerebros y el comportamiento de cada individuo es el resultado de innumerables interacciones combinadas e influencias, en las que se pueden incluir algunos factores ligados al sexo (como la acción de las hormonas sexuales, por ejemplo) pero van mucho más allá.
Aunque estadísticamente se pueda hablar de características más frecuentes en las mujeres o en los hombres, no existe una división clara ni una combinación que pueda llamarse “cerebro típicamente femenino” o “cerebro típicamente masculino”. Todos somos diferentes y eso es fantástico, ¿no crees?.